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Revista digital
Constitución porteña
02.03.2016

A 20 AÑOS DE LA APERTURA DE LA CONSTITUCION PORTEÑA

Por Graciela Fernández Meijide
La proclamada Presidenta de la Asamblea de Represen¬tantes de la Ciudad de Buenos Aires, Graciela Fernández Meijide, dio inicio formal a la Convención.

Los siguientes,son los mejores fragmentos de su alocución:

 

  Sra. Presidenta (Meijide).- Honorable Asamblea Estatuyen­te: al asumir la Presidencia de esta Asamblea y dar por inauguradas sus sesiones, quisiera ante todo agradecer a los estatuyentes que me han conferido este honor.

El 30 de junio pasado los ciudadanos de Buenos Aires emitieron su voto para concretar un sueño largamente acariciado y que durante años estuvo cercenado: ejercer plenamente sus derechos políti­cos al elegir las autoridades que han de regir nuestros asuntos colectivos. Decimos que esto supone una reparación al pueblo de Buenos Aires porque si alguna vez la situación del país justificó que en este distrito no se pudiera elegir al gobierno en forma directa y él resultara de la delegación del Ejecutivo nacional, es seguro que desde hace décadas esta situación ya no existía.

 

Lo que pudo ser en un comienzo el resultado de un real conflicto entre regiones del país, con raíces en las tensiones por lograr la unidad nacional, se había convertido desde hace tiempo en un injusto y absurdo cercena­miento de derechos políticos elementales. Prueba de ello es que ningún sector de la sociedad argentina se siente afectado en algún sentido por el proceso que hemos iniciado en Buenos Aires. Todo lo contrario. Hay plena conciencia de que nuestra autonomía servirá sin duda a una más armónica relación con los demás distritos y al fortalecimiento de los lazos fraternos y de los mecanismos demo­cráticos de resolución de las cuestiones federales.

     

El hecho de que ninguna manifestación revan­chista ni aislacionista haya empañado el proceso hacia la autonomía está mostrando una vez más que la sociedad argentina ha madurado, que ha dejado atrás anteriores conflictos y antagonismos y es capaz de gobernarse a sí misma sin necesidad de tutelas ni guardianes de ningún tipo. Los partidos y los políticos debemos aprender de su ejemplo para no seguir retrasando ni limitando los cambios que nuestras instituciones requieren.

     

Vaya entonces mi más caluroso saludo a todos los ciudadanos de Buenos Aires que han impulsado con su voluntad de cambio la conformación de esta Estatuyente, bajo cuya atenta mirada comenzamos hoy a darle forma concreta a su sueño por un gobierno e instituciones propias. Y vaya también, ahora en nombre de los aquí presentes y de todos los porteños, un abrazo fraterno a las mujeres y hombres de las distintas provincias del país, que saludan la fundación del nuevo Estado autónomo como una reivindicación propia y con quienes en un pie de igualdad y ejercicio pleno de nuestros dere­chos seguiremos construyendo y perfeccionando la democracia argentina.

     

Mi propósito desde la Presidencia, y descuento que el de todos los estatuyentes desde sus bancas, es poner todo el empeño en cumplir con el mandato recibido de los votantes de esta ciudad el 30 de junio, que significa llevar adelante una verdadera innovación institucional, darle al nuevo Estado los instrumentos adecuados para promover la participa­ción ciudadana y la equidad social; dotar a la ciudad de mecanismos de gobierno transparentes y eficaces, para que nunca más los ciudadanos sinta­mos vergüenza de nuestras instituciones representa­tivas y recuperemos el sentimiento de pertenecer a esta ciudad de Buenos Aires y de que ella nos pertenece a todos los que aquí vivimos, seamos porteños o no.

     

La tarea que tenemos por delante no es senci­lla. Debemos redactar una carta en la que se deli­neen las líneas maestras de las instituciones políti­cas de un nuevo Estado. No simplemente reformar un texto existente, ni tampoco retocar un ordena­miento ya en funciones.

 

Sin duda, podemos recurrir a la experiencia acumulada en torno a los muchos problemas y debilidades de la Municipalidad que el nuevo Estado va a sustituir, y por supuesto también a las cartas de otros distritos y los marcos que, obviamente, establece la Constitución Nacional.

 

Pero, en verdad, el instrumento más poderoso y necesario para llevar a buen puerto nuestra tarea será la capacidad de imaginar las mejores institucio­nes en función de los problemas y características de esta ciudad.

 

Concebir los mecanismos más efectivos de toma de decisiones, de control de la gestión y de descentralización para poder atender las demandas de la sociedad y evitar cualquier desborde de parte de los funcionarios, y la más productiva y equili­brada articulación entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, permitiendo transparencia y participación ciudadana.

     

Además de imaginación, será necesario contar con la convicción y la voluntad política para garan­tizar que las instituciones que vamos a crear sirvan al futuro de la ciudad y puedan ser lo suficiente­mente sólidas para sobrevivir al próximo y a muchos otros gobiernos.

 

Construir instituciones ha sido casi siempre sumamente difícil en nuestro país. La permanente inestabilidad y el predominio de un espíritu faccioso en la competencia política han minado los mejores intentos en este sentido. El desafío es romper con esta malsana tradición y asumir la enorme responsa­bilidad que implica construir poderes públicos no atados a las necesidades del momento, de un hombre ni de un grupo.

     

Producir una verdadera innovación institucional nos exige, en suma, a todas las fuerzas políticas aquí representadas, comprometernos desde el primer día de sesiones de la Convención con un nuevo estilo político, que significa no supeditar los intereses del conjunto de la sociedad a los de grupo, no llevar la competencia política al terreno de la guerra, como si el beneficio de cada fuerza política dependiera del perjuicio de las demás, y no reducir la construcción política a negocios. Porque el resultado sería más de lo conocido si se preten­diera lotear y repartir el articulado de la nueva constitución como si fuera un botín.

     

Debemos poner todo nuestro empeño en crear un clima lo más sano, colaborativo, y auténticamen­te deliberativo en la Convención. Desde nuestra fuerza dimos un primer paso en esta dirección al ofrecer a las demás fuerzas, las vicepresidencias. Creemos que de este modo se hace justicia con la representatividad decidida por los ciudadanos, y además, todas las fuerzas deberán comprometerse en lograr los mejores resultados en la marcha de la Asamblea.

 

Esta actitud democrática y pluralista será la mejor garantía para llevar a buen puerto la tarea estatuyente, y pondrá a prueba la madurez y la responsabilidad de los dirigentes y de los partidos.

     

Al mismo tiempo, estamos ya trabajando para poner en marcha un mecanismo ágil y eficiente de comunicación de la Convención con la sociedad, incluyendo las organizaciones vecinales y el amplio arco institucional de la ciudad, para que los debates que tengan lugar en el recinto se difundan al instan­te y estén al alcance de todos los ciudadanos.

 

Dos factores que han dejado su huella en el nacimiento de esta Convención de Representantes nos animan a ser optimistas respecto de su resulta­do. El primero, es la representación en su seno de todo el arco político resultante de los comicios. El segundo, la ausencia de compromisos previos que limiten en algún sentido la libertad de los estatuyentes para debatir a conciencia cuáles serán las mejores instituciones para la ciudad.

     

Existe, por cierto, un obstáculo en este último aspecto, que en cierto sentido es exógeno a nuestro distrito: las absurdas limitaciones a la autonomía, en particular en cuanto al Poder Judicial y al poder de policía, establecidas en la llamada Ley de Garantías. A ello se suma la necesidad de resolver cuanto antes el complicado período de transición que va desde la asunción del nuevo jefe de gobierno hasta la puesta en vigencia en pleno de las nuevas instituciones parlamentarias y de gestión del distrito autónomo. Por cierto, serán las institu­ciones las que garanticen la legitimidad de las decisiones y actos de gobierno de aquí en más.

     

Resolver estos dos problemas, es decir, revisar hasta donde sea posible las limitaciones a la autono­mía y garantizar una transición sin sobresaltos ni vacíos jurídicos, serán las dos primeras cuestiones que encararemos desde la Convención Estatuyente.

     

Lograr una verdadera innovación institucional no significa inventar ni mucho menos improvisar. Hay amplio acuerdo en la necesidad de un estatuto de la ciudad que ponga a sus instituciones cerca de la gente, y en función de sus intereses y necesida­des. Seguramente tendremos nuestras diferencias respecto de cómo llevar esto a la práctica. Y nos esperan debates muy duros al respecto.

Honrar el mandato que hemos recibido consiste en llevar adelante estos debates con todas nuestras fuerzas, e intentar convencernos unos a otros de las ventajas de nuestras respectivas posiciones.

 

Sería una irresponsabilidad que la ciudad no nos perdonaría supeditar el cumplimiento de nuestro trabajo a acuerdos o confrontaciones que respondieran a necesidades partidarias, legítimas algunas de ellas seguramente, pero que no pueden priorizarse en la función pública.

 

Los invito a comenzar entonces nuestro trabajo en un marco de respeto y de tole­rancia. Manos a la obra.