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Revista digital
REPENSAR
30.07.2017

ASÍ EMPEZÓ LA LEGISLATURA PORTEÑA…

Por 1997
Durante el mes de diciembre de 1997 los flamantes legisladores se reunieron en Sesiones Preparatorias previas al Período Anual Ordinario que se iniciaría en marzo de 1998. El primer acto tuvo lugar en la Sala del Teatro Colón el día 4 de diciembre, y comenzó con la jura de los 60 legisladores que habían resultado electos y proclamados por la Junta Nacional Electoral.

LA NÓMINA DE LOS DIPUTADOS ELECTOS:

 

ARELLANO, Roberto (FrePaSo)

ARGÜELLO, Jorge (UPT)

BARRANCOS, Dora (FrePaSo)

BELIZ, Gustavo (N.D.)

BELLOMO, Roque (FrePaSo)

BISUTTI, Delia (FrePaSo)

BRAVO, Daniel (U.C.R.)

CAMPOS, Rubén (U.C.R.)

CARAM, Cristian (U.C.R.)

CASABE, Jorge (U.C.R.)

CLIENTI, Roberto (U.C.R.)

COLOMBO, María Lucila (N.D.)

CORTÉS, Antonio (P.J.)

CHIERNAJOWSKY, Liliana (FrePaSo)

DATARMINI, Patricio (P.J.)

DE GIOVANNI, Julio (N.D.)

DE IMAZ, José (N.D.)

DIEZ ROTHLISBERGER, Mabel (U.C.R.)

DOY, Miguel (N.D.)

ENGEL, Karina (P.J.)

FATALA, Abel (FrePaSo)

FERNÁNDEZ GAIDO, Silverio (U.C.R.)

FERNÁNDEZ, Raúl (FrePaSo)

FIGUERERO,  Felipe (U.C.R.)

FINVARB, Fernando (FrePaSo)

FLAMARIQUE, Alberto (FrePaSo)

FLEITAS ORTIZ DE ROZAS, Abel (N.D.)

FRIGERIO, Octavio (P.J.)

GABRIELE, Rubén (U.C.R.)

GARCÍA BATALLÁN, Lautaro (U.C.R.)

GONZÁLEZ GASS, Gabriela (U.C.R.)

GROISO, Luis (FrePaSo)

IBARRA, Aníbal (FrePaSo)

JOZAMI, Eduardo (FrePaSo)

KISMER, Raquel (P.J.)

LARROSA, Marcela (U.C.R.)

MARINO, Juliana (P.J.)

MARTINA, Dora (U.C.R.)

MARTINI, Daniel (FrePaSo)

NADDEO, María Elena (FrePaSo)

OLIVERI, Guillermo (P.J.)

OYHANARTE, Marta (U.C.R.)

PACHECO, Eduardo (U.C.R.)

PEIRANO, Carlos (P.J.)

PIERANGELI, Patricia (N.D.)

PIERINI, Alicia (P.J.)

PONSA GANDULFO, Lucio (N.D.)

PUY, Raúl (FrePaSo)

RODRÍGUEZ, Enrique (N.D.)

RUIZ MORENO de CEBALLOS, Patricia (N.D.)

SARALEGUI, Lilia (FrePaSo)

SMULOVITZ de  LESTINGI, Griselda (U.C.R.)

SRUR, Jorge (N.D.)

SUÁREZ LASTRA, Facundo (U.C.R.)

TORRES, César (P.J.)

YELICIC, Clorinda (FrePaSo)

ZACCARDI, Adriana (FrePaSo)

ZAFFARONI, Eugenio (FrePaSo)

ZBAR, Agustín (U.C.R.)

 

 

Al finalizar los juramentos se dio inicio a la sesión.

 

 

PENSARJUSBAIRES ha seleccionado los mejores fragmentos de discursos de esos días inaugurales, al tiempo que rinde homenaje a quien fue el Primer Presidente de la Legislatura  Dr. Enrique Olivera, en su carácter de Vicejefe de Gobierno de la Ciudad.

 

 

LAS PALABRAS DE INAUGURACIÓN DE ENRIQUE OLIVERA EN SU CARÁCTER DE VICEJEFE DE GOBIERNO FUERON LAS SIGUIENTES:

 

Señores legisladores de la Primera Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, señor Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Fernando De La Rúa; autoridades nacionales y del Gobierno de la Ciudad; embajadores extranjeros; señoras y señores: es con profunda emoción que comparto con ustedes esta sesión preparatoria, en la cual se tomará juramento a los legisladores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

La primera Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es un paso decisivo para la concreción de la autonomía de la ciudad.  No puedo ocultar que, junto con esta emoción, siento la responsabilidad de que la legislación que sancione esta Legislatura convierta a la autonomía que nos ha dado la Constitución en un instrumento eficaz para mejorar el nivel y la calidad de vida de la gente. 

 

Tenemos que legislar para cada hombre y cada mujer, para la madre y el padre de familia, para los jóvenes, para los que trabajan y los que no trabajan aunque quisieran hacerlo, para los que están solos, para los desamparados, para los discapacitados, los pobres y los enfermos. 

 

Tenemos que legislar pensando en nuestros mayores que reciben jubilaciones insuficientes, en nuestros maestros, que en la “carpa blanca” han dado un testimonio de defensa de la escuela y la educación pública (Aplausos); tenemos que legislar atendiendo la preocupación de los trabajadores que temen perder su trabajo; tenemos que legislar para los científicos e intelectuales que, en Buenos Aires, viven con esfuerzo.

           

Desconfiemos de esas abstracciones teóricas que a veces son seductoras en el pizarrón, pero que no cierran en el corazón de la gente.  Actuemos las instituciones de la democracia, desde las historias personales y desde las vivencias cotidianas.

           

Esta Legislatura tiene su antecedente en el Cabildo de Buenos Aires de la época hispánica.  El Cabildo fue el ámbito en que se debatió por primera vez lo que después devino en la Independencia de la Patria; el Cabildo, que trae una tradición hispánica que fue el origen de la autonomía.

           

Nació la Revolución de Mayo aquí, a pocas cuadras. Luego se sucedieron tensiones entre esta ciudad, cada vez más abierta y cosmopolita, y el resto del país, con fuertes tradiciones hispanoamericanas.

           

La integración nacional tuvo un costo, una consecuencia no deseada: la pérdida de la autonomía de Buenos Aires.          Por esa razón es que la recuperación de esta autonomía tiene que hacerse con altura, con sentimientos grandes; porque debe servir a los habitantes de la ciudad, pero debe servir a todo el país. Porque la ciudad de Buenos Aires es de nuestra gente, pero la Capital Federal es de todos los argentinos. (Aplausos.)

           

Decía un gran americano: “Me importan más los sueños del futuro que las historias del pasado”. Pero la triste memoria de la institución que nos antecedió, a pesar de la conducta intachable de tantos que formaron parte de ella, esa triste memoria, nos obliga a extremar los recaudos para que la nueva Legislatura sea transparente, austera, un ejemplo de democracia participativa y que asegure la idoneidad en su funcionamiento. Para eso, las sesiones van a ser siempre públicas y en horarios compatibles con la actividad cotidiana de la gente. (Aplausos.)

 

Se va a establecer, aplicando la Constitución de la Ciudad, el procedimiento de la doble lectura, que significa que entre el comienzo del tratamiento de una ley y su sanción definitiva va a haber una audiencia pública para que los vecinos, las organizaciones barriales y las organizaciones no gubernamentales puedan hacer escuchar su opinión sobre las ventajas y desventajas del proyecto de ley, para que ello enriquezca la decisión de los legisladores. (Aplausos.)

           

El costo de la nueva Legislatura va a ser un ejemplo de austeridad. Por de pronto, va a significar menos de la mitad de lo que tuvo la institución que nos antecede. El personal permanente de la Legislatura va a ingresar previo concurso público y abierto. (Aplausos.) 

 

La gente de Buenos Aires no acepta más maquillaje en sus instituciones desprestigiadas (Manifestaciones y aplausos). Debemos actuar con altura para construir una democracia en serio, para decir nunca más a lo malo del pasado y trabajar todos juntos por un sólo horizonte: el bienestar de la gente. (Aplausos.) 

           

Quiero brindar un sentido homenaje a todos aquellos que han trabajado para darle a Buenos Aires la Constitución de avanzada que esta ciudad puede ostentar con orgullo. Esta Constitución es la expresión del alma de Buenos Aires, abierta y generosa.

           

La primera cláusula transitoria de esta Constitución dispuso que asumiera el Gobierno de la Ciudad Fernando de la Rúa (Aplausos y manifestaciones), quien con responsabilidad y respeto republicanos se ha autolimitado en sus facultades para dictar leyes de emergencia, dejando para la Legislatura aquellas decisiones trascendentes para las instituciones de la ciudad. (Aplausos).

           

Esta Constitución recoge también las diferentes vertientes históricas que se dieron en la vida de Buenos Aires: la Unión Cívica Radical (Aplausos y manifestaciones), el partido de Alem y de Yrigoyen, que conquistó el derecho electoral para todos los argentinos; el socialismo (Aplausos), que supo agregar a la democracia representativa esa proyección fraternal tan propia de su pensamiento, y el justicialismo (Aplausos y manifestaciones), que basó su prédica en la justicia social. (Manifestaciones).

           

La Constitución y la Legislatura de la Ciudad recogen estas vertientes profundas del pensamiento y el sentimiento de Buenos Aires, y también -me consta personalmente- la opinión y el consejo de los independientes, de aquellos que se expresan a través de asociaciones barriales, de organizaciones no gubernamentales, de organizaciones sin fines de lucro, del sector académico, que son el indispensable cable a tierra para la vida política de la ciudad.

           

La autonomía de Buenos Aires nos llega al filo del tercer milenio de la civilización. La Buenos Aires de nuestros hijos tendrá que convivir en un mundo urbano y global. A principios de siglo había 300 millones de personas viviendo en las ciudades. Hoy, a fin de siglo, hay 3000 millones de personas. Esto significa desafíos permanentes. Y esas  ciudades compiten y cooperan entre sí en un mundo urbano, en un mundo donde las grandes ciudades están diseñando un circuito internacional inédito en la historia de la civilización.

           

Las naciones están derivándoles a las autoridades locales, día a día, mayores competencias, y estas ciudades cooperan entre sí porque comparten una responsabilidad planetaria, y compiten también entre sí para mejorar el nivel y la calidad de vida de su gente.

           

Los factores de competencia ya no son los mismos. Se compite en el mundo por la calidad y el nivel de la educación, por la infraestructura de salud, por el nivel de seguridad que existe en las calles, por la pureza del aire, por la calidad del transporte y de los servicios públicos y, fundamentalmente, por la identidad cultural de una ciudad.

           

En un mundo donde todo parece uniformarse, valemos por aquello en que nos diferenciamos. El mundo respeta a aquellos que pueden ostentar una identidad cultural diferente. Nunca como a esta altura de la historia fue tan cierto aquello de que “si quieres ser universal, pinta tu aldea”.

           

Y Buenos Aires, que tiene que ser relevante en este mundo de hoy, debe ser consciente del requisito de sustentabilidad, que nació en el ámbito ecológico como un acuerdo transgeneracional. No es sustentable una ciudad cuando una generación resuelve sus problemas, poniendo en riesgo que las futuras generaciones puedan resolver los propios. 

 

No es sustentable socialmente una ciudad cuando crece la brecha entre los ricos y los pobres.  No es sustentable una ciudad cuando en 20 años pierde 160 mil fuentes de trabajo en la industria y 70 mil en el comercio, sin tener una estrategia para detener esta tendencia.  Y no es sustentable políticamente un Estado donde la corrupción se convierte en sistema y donde la falta de una pasión republicana altera el equilibrio de los poderes.

           

Buenos Aires, nuestra ciudad, fue construida por inmigrantes que vinieron de la vieja Europa.  Nuestros abuelos, nuestros antepasados, vinieron de la vieja Europa. Ahora vienen también de los demás continentes.  En cada barrio de Buenos Aires se pueden ver retazos de esas tradiciones -antes extranjeras- que hoy definen claramente esta identidad nuestra, tan peculiar. 

           

Nuestros abuelos trajeron las maletas vacías, pero llegaron llenos de esperanzas, llenos de expectativas.  Cien años después, la circunstancia es parecida; no para los que se fueron, pero sí para nosotros, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos: un horizonte sin fronteras.

           

Tenemos que recuperar la audacia y el coraje, y retomar el sentido de la utopía.  Un viejo poema que ya es universal dice que: “Es imposible orientarse en un mapa sin la isla de Utopía”.  Quizás, en Buenos Aires, haya que plantearse hoy hasta lo imposible, avanzando con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte.

           

Muchas gracias a todos. (Aplausos).

 

 

 

LA SEGUNDA SESIÓN PREPARATORIA TUVO LUGAR EN LA MANZANA DE LAS LUCES EL DÍA 11 DE DICIEMBRE DE 1997.

 

FUE INICIADA POR EL DR. ENRIQUE OLIVERA Y SUS PALABRAS FUERON LAS SIGUIENTES:

 

Con la presencia de cincuenta y siete diputados, se reanuda la sesión iniciada el 4 de diciembre próximo pasado.

El sentido de la presencia en este recinto de la nueva legislatura de la ciudad, es la de brindar un homenaje a esta Sala de Representantes, que es el antecedente inmediato de la legislatura de la provincia de Buenos Aires y también de la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

           

Estos austeros muros edificados por Próspero Catelin, fueron testigos mudos de un ámbito de tregua, un ámbito de vida en paz que sucedió en medio de las difíciles circunstancias que vivió nuestra República durante el siglo pasado; circunstancias que tienen que ver con la independencia y con la integración nacional.  Paradojalmente, este recinto, que es símbolo de la convivencia en paz, fue edificado sobre los muros de lo que fueran las cárceles de Oruro, donde tuvieron, lamentablemente, destino muchos que no compartían el régimen imperante en aquellas épocas.

           

No puedo ocultar que en un recinto como éste, que forma parte indisoluble y relevante de la historia de Buenos Aires, siento una emoción que estoy seguro comparten todos ustedes; en mi caso, porque muchos de los acontecimientos ocurridos hace más de 150 años en este recinto me han llegado por tradición familiar.

           

En 1827 se sancionó aquí la Constitución que la historia recuerda como de Rivadavia.  Una Constitución para aquellos tiempos audaz, posiblemente utópica, que se adelantó a los tiempos. 

           

Pero también en el otro extremo del espectro político, tenemos que recordar que en 1829 fue ungido con la suma del poder público Juan Manuel de Rosas.  En 1839 la violencia tiñó de sangre este edificio, porque fue asesinado el Presidente de la Legislatura, el doctor Maza. 

 

Después de Caseros, estos muros presenciaron las sesiones de la Legislatura de Buenos Aires.  En 1862 ocurrió aquí el debate sobre la Constitución de la Provincia de Buenos Aires.  Luego, desde 1883 hasta 1931, sesionó aquí el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires.

           

Todos estos antecedentes muestran que hemos recorrido un largo camino, del cual, este escenario es testigo.  Un largo camino para crear instituciones en nuestra República; instituciones que pudieron reglamentar y regular la convivencia en paz entre los argentinos.  Desde entonces han pasado muchas cosas. 

 

Hay nuevas demandas en este mundo urbano y global; hay demandas por gobernabilidad.  Sabemos todos el reclamo cada vez mayor para que los gobiernos tengan amplia legitimidad y al mismo tiempo sean eficientes.  De allí, el valor que tienen las disposiciones en nuestra Constitución de la Ciudad que establecen criterios de transparencia, de descentralización, de participación y de previsibilidad para las instituciones de nuestra ciudad.  Criterios todos que significan un aporte decisivo para la gobernabilidad de Buenos Aires.

           

Refiriéndose a su república, los romanos decían: “O crece o muere”.  Éste es el desafío que enfrentan nuestras instituciones: el de mejorar.  Pero ese mejoramiento no puede ser meramente formal; tiene que ir acompañado de un desarrollo social, económico y ambiental que conceda y otorgue a nuestra ciudad el requisito de sustentabilidad política -de ahí la importancia que tiene el mejoramiento de las instituciones-; de sustentabilidad social, para terminar con esta bipolaridad que está azotando a nuestra sociedad; y sustentabilidad, también por cierto ambiental, para lograr que lo que esta generación resuelva, no ponga en riesgo el futuro de las próximas generaciones. 

           

De aquí la importancia que tiene para Buenos Aires acompañar este progreso institucional con una estrategia que la inserte con éxito en este mundo de comienzos del tercer milenio.

           

Yo sé que estos temas, quizás en forma rudimentaria, fueron planteados hace años, décadas, siglos, en este recinto.  Me consta que es así, que éste es el desafío que tenemos por delante: lograr que nuestras instituciones creen un ámbito de convivencia que estimule un progreso redentor con paz, en libertad y con Justicia.

           

Tengo la más plena convicción, por el altruismo de todos los legisladores aquí presentes y por la prudencia que sabrán aplicar a esta legislación que nos espera, de que habremos de cumplir con ese deber que tienen las mujeres y los hombres de cada tiempo: continuar la obra de los antecesores, pero mejor.

           

Muchas gracias.  (Aplausos).  Tiene la palabra el diputado Zaffaroni.

 

DISCURSO DEL DR RAÚL EUGENIO ZAFFARONI:

 

Señor presidente: creo que flota en el ambiente la sensación de que estamos cerrando un círculo histórico, un formidable ciclo histórico más que centenario.

           

La historia no es una mera sucesión de hechos pasados sino que es el actuar humano del pasado que sigue viviendo en cada uno de nosotros y que va condicionando las acciones de nuestro presente. Ese es el verdadero sentido de la historicidad del ser humano.

 

Hoy la Ciudad de Buenos Aires vuelve a tener instituciones autónomas;  vuelve a ejercer su autonomía;  vuelve a estar vinculada al Estado Federal a través del tellus, a través del nexo, a través del vínculo. Deja de estar sometida al Estado para estar vinculada a él con dignidad de ente federal.

Con esto se cierra algo que fue un descamino institucional en la historia. Y estamos reunidos en el ámbito donde se ejerció la autonomía federal en esta ciudad.

 

Dejó de ejercerse cuando la ciudad fue seccionada de la Provincia de Buenos Aires y se cancelaron los poderes locales. Lo podemos visualizar como un episodio meramente inserto en nuestra historia nacional pero quizás nos equivocamos.

 

Esta cancelación de la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, este autoritarismo que se desarrolló desde entonces en ella, este poder disciplinante de sus habitantes, este privarlos del derecho a ejercer los poderes locales no es una mera anécdota ni un mero episodio de nuestra historia, sino que forma parte de un episodio nacional mucho más amplio que por otra parte, se inserta en toda la historia latinoamericana.

 

A partir de la culminación de las guerras intestinas posteriores a la independencia de América Latina, se instalaron en toda América las repúblicas aristocráticas o las repúblicas oligárquicas: el “porfiriato” mejicano, el patriciado peruano, la república belha brasileña y la oligarquía de la carne enfriada de la Argentina. Fue un programa de repúblicas que proclamaban constituciones liberales, pero que actuaban con el ideario de un reduccionismo biologista, racista y clasista.

 

A partir de entonces, principios de siglo, comienzan a diferenciarse las historias políticas de nuestros países y van adquiriendo fisonomía propia en la lucha de cada uno de nuestros pueblos como reacción ante esas estructuras que venían de fines del siglo pasado. En nuestro país, el programa que se inicia habitualmente con la cancelación de toda autonomía en la Ciudad de Buenos Aires dio por resultado la telaraña que todos conocemos: la apoplejía en el centro y la parálisis en las extremidades.

 

La Ciudad de Buenos Aires sometida al puerto. El puerto había dominado a la ciudad. El puerto gobernaba a la ciudad.  No era el pueblo de la ciudad sino el  puerto que gobernaba al pueblo.

 

Nada de participación; nada de vecinos; nada de instituciones locales. Orden, disciplinamiento vertical y corporativo. El plan disciplinante era el plan nacional; el máximo disciplinamiento tenía que estar en el centro de este programa centralista y autoritario y lo llevó a cabo, inexorablemente.

 

Se domesticó a la población, enseñándoles símbolos fabricados de la burocracia. Se les hizo introyectar esa simbología en las escuelas¸ se los sometió al servicio militar; se crearon los manicomios para encerrar a las locas con las monjas y a los locos con los médicos.

 

Se sancionó  la Ley de Residencia para impedir que entraran  los que podían molestar y para echar a los extranjeros que molestaban. Se estableció la pena de deportación  a Uruguay; se sancionó la Ley de Defensa Social para aislar a los anarquistas. Se nos reguló hasta el carnaval; “cuidado con el pueblo burlándose  del poder”. Se eliminaron los bailes; “cuidado con entretener al personal doméstico”. Se estableció toda una moral policial, una moral vertical y policial que prohibía cosas, o bien porque era “pecado” o bien porque transmitían la sífilis o la tuberculosis. Todo discurso fue válido para imponer una moral vertical.

 

Se creó un funcionario monárquico en medio de la República: el jefe de policía. Con el tiempo, el jefe de policía fue cediendo algunas facultades de policía local. Y con estas facultades graciosamente cedidas se fue fabricando un raro constructo institucional que se llamó Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

 

Esa fue la realidad  de nuestra ciudad a partir de la cancelación de su autonomía.  Todo esto en un contexto ideológico que corresponde sincerar: el contexto ideológico del racismo; racismo contra el mestizo, racismo contra el gaucho. Gaucho del que se sostenía su inferioridad genética, del que se afirmaba que era un híbrido; del que los mentores de este programa centralista sostenían que era una raza poco propicia para la democracia, resultado del cruce de una que no había superado a la Edad Media y de otra que no había llegado al paleolítico. Éste era el discurso de la cancelación de los poderes locales de la ciudad.

 

Naturalmente, se ponderaba al inmigrante, hasta que el inmigrante llegó. Cuando lo hizo vino con su carga de sueños de mundos más fraternos y también con sus reclamos laborales y de todas esas garantías elementales que, hoy están a punto de cancelarse y de destruirse bajo el piadoso nombre de “flexibilización”, entonces, el racismo tomó otro objetivo y se empezó a hablar del “inmigrante degenerado”.

 

Lamentablemente, ésta fue la ideología con la cual se quiso disciplinar a una masa inmigrante que se consideraba amorfa. Se le exigió romper todos sus vínculos de pertenencia, todos sus vínculos de origen para que se perdieran su lengua y sus tradiciones. Se los sometió a un modelo de domesticación, fundamental y principalmente, escolar.

 

La escuela nos salvó del analfabetismo, pero en la contradicción nos dio una disciplina absurda: el símbolo de los niños entrando en fila -los más petisos adelante y los más altos atrás-, por la puerta, tomando distancia. Esa disciplina de entrar en fila que nunca nos enseñó  cómo 30 personas  pueden pasar por una puerta civilizadamente, sin que nadie les imponga un orden, respetando el espacio de cada uno.  Eso determinó que el día que no tuvimos quien nos pusiera en fila no pudimos pasar por la puerta.

 

Entonces de nuevo nos pusieron en fila, a costa de treinta mil muertos.  La ciudad perdió en aquel momento la dignidad de su autonomía; ya no estuvo unida por el tellus, ya no estuvo unida por el vínculo del todo; la perdió en un momento político argentino insertado en un marco de poder mundial, que era el marco del neocolonialismo, producto genuino de la nueva revolución industrial. 

 

Hoy venimos aquí a este mismo lugar donde se la ejerció por última vez. Volvemos con una ciudad recuperada, con una ciudad unida por el tellus al todo político argentino. Lo hacemos insertados en un marco de poder mundial que es la globalización, producto genuino de la revolución tecnológica. 

 

Mañana, señor presidente, otros se sentarán en nuestras bancas y juzgarán también lo que nosotros hayamos hecho. Y que el juicio, sea positivo o negativo, dependerá sin lugar a dudas de la responsabilidad que tengamos todos y cada uno de nosotros en cumplir el mandato que nos dio el pueblo, y la conciencia que tengamos de la significación histórica de este mandato. (Aplausos)

 

Sr. Presidente (Olivera).- Tiene la palabra el diputado Lautaro García Batallán.

 

Sr. García Batallán.- Gracias, señor presidente.

             

Las ciudades son, en el alma de quienes las habitan, eternas; son un poco ficción, son un poco realidad.  “A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires la juzgo tan eterna como el agua y el aire”, dice Borges en su “Fundación Mítica de Buenos Aires”. Y es que Buenos Aires, como las grandes ciudades, no tiene principio ni fin.

           

Buenos Aires  es un mundo hecho de las personas que la habitan, es un mundo de cafés, de teatros, de tangos, de conventillos, de librerías, de universidades. Es un lugar amado y odiado por los poetas; donde conviven, sin duda, “el amor y el espanto”,  la riqueza y la pobreza, el trabajo y la explotación.  Es el barrio periférico, es el barrio del centro con sus torres iluminadas; es el puerto, es el Riachuelo y el Río de la Plata.

           

Es el lugar donde desemboca la esperanza de vida de miles de argentinos y es, sin duda, también, el orgullo de muchos otros.  Es la capital de la cultura y el escenario de las primeras batallas por la libertad.  Buenos Aires es esencialmente su gente.  Y es esta ciudad, en la que hoy estamos inaugurando una Legislatura, por primera vez con plena autonomía.

           

No es casual que realicemos esta sesión inaugural en la Manzana de las Luces.  Aquí, en la Manzana de las Luces, la historia encontró un lugar.

A través de cuatro siglos de historia han funcionado en este lugar -como usted bien dijo, señor presidente- la Procuraduría de las Misiones, el Tribunal del Protomedicato, la Imprenta de los Niños Expósitos, el Regimiento Patricios, la Biblioteca Pública creada por la Primera Junta en 1810, el Archivo General, el Banco de la Provincia de Buenos Aires, el Museo Público de Buenos Aires y la Academia Nacional de Historia.  Aquí se inauguró también la Universidad de Buenos Aires, en la que muchos de nosotros tuvimos la fortuna de formarnos profesionalmente.  Aquí se levantó el histórico Colegio Nacional.  Como dice Félix Luna: “De alguna manera, la Nación entera se generó en este solar”.

           

Estamos aquí en este recinto, en la Sala de Representantes, construida en 1821 e inaugurada el 1º de Mayo de 1822 cuando Bernardino Rivadavia leyó su primer mensaje que fue, a la vez, el primero en la historia legislativa argentina. 

           

Sin duda, la historia está atravesada por múltiples contradicciones. Es como la vida misma: tiene claroscuros con los cuales uno puede, más o menos  identificarse.  Entonces sí es necesario mencionar, más allá del juicio valorativo, todas y cada una de las cosas que sucedieron en esta Manzana de las Luces. 

           

La Legislatura provincial funcionó, en este recinto, desde su inauguración hasta 1883.  Aquí también sesionó el Congreso Nacional en los períodos 1824 a 1827 y 1862 a 1863.  También lo hizo el Congreso General Constituyente de 1824 a1827, que dictó la primera Ley de capitalización en 1826 y elaboró la Constitución de ese mismo año. 

           

También en este recinto juraron Rivadavia, como Presidente en 1826, y Rosas, como gobernador en 1829 y en 1835.  Aquí se rechazó el Acuerdo de San Nicolás ‑en este mismo recinto‑ y se resolvió la separación de Buenos Aires de la Confederación Argentina.  En 1854 el Senado y la Cámara de Representantes de Buenos Aires sancionaron aquí su propia Constitución. 

 

En 1862, juró como Presidente de la Nación Bartolomé Mitre.  Desde 1893 hasta 1931 esta sala fue asiento del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires.  Aquí también, como usted dijo, asesinaron en 1839 al presidente de la legislatura, don Manuel Vicente Maza en la llamada “revolución de los lomos negros”. 

           

Definitivamente, esta sala está llena de historia así como ‑tengo la certeza‑ vamos a estarlo nosotros, los legisladores de la Primera Legislatura de la ciudad autónoma de Buenos Aires, siempre y cuando empleemos el camino correcto en esta etapa histórica que nos toca vivir: el camino de la transparencia, el camino de la honestidad, el camino de trabajar junto a la gente a la que representamos. 

           

Señor presidente: queremos construir una nueva historia para nuestra ciudad, queremos continuar la tarea de aquellos que hicieron de una gran aldea la metrópolis que hizo volver al mundo su mirada.  Queremos empezar a construir, desde hoy, la gran ciudad del siglo que viene….(Aplausos)

 

Sr. Presidente: Olivera : Tiene la palabra el legislador Gustavo Beliz

 

(…)

Llegamos con la ilusión de poder demostrar que “no todo es igual”;  con las ganas de recitar a nuestro Discepolín como un poeta mayor, pero con la esperanza de que “Cambalache” sea un tango y no un retrato de nuestra sociedad que mantiene una cruel y lacerante vigencia.

           

Estamos aquí, ciudad, para descubrir una nueva primavera de reencuentros;  de puentes que unen;   de palabras sin puñales;  de bolsillos livianos;  de pasiones y razones que estén más allá de nuestros egoísmos,  para estar más cerca de lo que sencillamente es mejor para todos.

           

Que esta histórica sesión que hoy inauguramos no nos haga olvidar que fuera de este recinto todavía hay muchos porteños que nos miran con indiferencia, que no tienen en claro para qué servirá esta nueva Legislatura;  o que, sencillamente, todavía no se enteraron de que existimos y de que tendremos la tarea de fundar institucionalmente un nuevo Estado para todos. 

           

Que cuando nos miren, entonces, seamos capaces de mantener la mirada sin escarnios ni vergüenzas; que aprendamos a no ser soberbios en nuestros éxitos, y a sacar fuerzas de nuestros fracasos;  que vivamos la austeridad no sólo como una exigencia de gastar menos, sino como un compromiso de servir más;  que nuestra fuerza sean los más débiles;  y que nuestra debilidad no consista en pisar cabezas, en trepar rápido y como sea, en aislarnos en las cuatro paredes de nuestro despacho, en hacer de nuestro cargo una fortaleza lejana e impenetrable. 

           

Que al mirarte, ciudad, te miremos con ojos limpios;  te miremos con palabras que son angustia, dolor, pobreza, soledad, desesperación. 

 

Que al proyectarte, ciudad, te proyectemos cosmopolita y sin xenofobias;  con tanta identidad barrial como presencia universal;  con espacios públicos generosos, que no caigan en las garras de voraces especulaciones;  con un crecimiento armónico y justo; que no te descuartice en odiosas barreras entre norte y sur, entre ghettos y tribus urbanas, entre desnutrición y opulencia, entre analfabetismo y consumo suntuario.

 

Que no te divida en muros de inseguridad, gatillo fácil, tierras de nadie o de justicia injusta, que sólo sirve a unos pocos, en función de los muchos tentáculos del poder de turno.

 

Que comprendamos, ciudad, que valdremos como legisladores, no lo que valgan nuestras ambiciones huecas y nuestras petulancias pomposas, sino lo que valga nuestro corazón.

           

Que seamos fieles a la gente, antes que leales a una corporación o a la política entendida como una oscura logia.

           

Que pongamos generosidad, allí donde sólo hay cálculo electoral.

           

Que pongamos el alma, allí donde hay pura puja por espacios burocráticos.

           

Que decidamos en función del ser humano, y no de los aparatos.

           

Que no tratemos de traidor a quien, sencillamente, no piensa como nosotros. Porque valiente no es el que obstaculiza más, sino el que ayuda a construir mejor.

           

Que antes que intermediarios, seamos integradores.

           

Que en lugar de dirigentes vanidosos, seamos hombres y mujeres comunes que no se vanaglorien detrás de vidrios polarizados, protocolos suntuosos, casas de dinastía, o en las más sutiles y venenosas tentaciones de la alfombra roja del poder.

           

Que la seriedad no nos haga perder la alegría.

           

Que al ser humildes, no perdamos la dignidad.

           

Que al ser fuertes, no perdamos la razón. Y que al poner razón, no nos olvidemos de la pasión.

           

Que el único poder que nos interese sea el poder hacer; el poder construir.

           

Que nuestro único miedo sea defraudar esta pequeña utopía de cambio que hoy ponemos en marcha.

           

Que nuestra única vergüenza consista en no poder explicar en público aquello que hacemos o decimos en privado.

           

Si discrepamos en nuestras ideologías, querida ciudad, que no discrepemos en nuestros ideales.

           

Si nos recuperamos de nuestros fracasos, que también nos sobrepongamos a nuestras victorias y al peligro de pensar que serán para siempre y excluyendo al otro.

           

Que al dejar atrás el verso vano de conductas “truchas”, no nos olvidemos de la poesía genuina, sin la cual no se puede alimentar ningún proyecto perdurable.

           

Que la emoción por una página de Borges, por una letra de Charly, por un diálogo de Dolina, y por la obra de los miles de anónimos trabajadores de la cultura que habitan en tus entrañas, nos recuerden a cada rato el sello esencialmente cultural de esta etapa que iniciamos.

           

Que nuestros verbos no sean los de “tener, dominar y acaparar”. Que sean los de “ser, servir y compartir”.

           

Que venzamos la indiferencia cívica  con trabajo responsable y el hartazgo moral, con acciones humildemente ejemplares. El miedo a participar, con la eficacia de participar.

           

Que no olvidemos ni por un instante que detrás de cada frase, de cada gesto, de cada artículo de ley que decidamos, antes que números hay personas. Antes que votantes, hay ciudadanos.  Antes que partidarios, hay hombres y mujeres que pueden ser nuestros hijos preguntándonos mañana: “¿qué hiciste por la Buenos Aires de este siglo XXI?”

           

Que seamos, en definitiva, sabios, de la más hermosa manera de serlo.   Porque necio es aquel que piensa que en la vida todo tiene precio y que supone que nada tiene valor.      Ésta es nuestra responsabilidad y nuestro compromiso, queridísima ciudad.

…vamos a demostrar que “no todo está perdido”.  Y que “vale la pena” jugarse por un ideal.           

Sr. Presidente (Olivera): Tiene la palabra el diputado Jorge Argüello, autor de la moción de prestar este homenaje.

 

Los colegas que acaban de hacer uso de la palabra han merituado ya suficientemente los antecedentes históricos que esta manzana tiene; y, ciertamente, después de escucharlos podría decir que las entrañas mismas de la historia de nuestra ciudad y de una buena parte de la historia de nuestro país están encerradas en el perímetro de lo que hoy conocemos como Manzana de las Luces. 

           

Bástenos sino recordar a mero título de ejemplo que en 1806, el Regimiento de Patricios se acuarteló en esta manzana, bajo la dirección de Cornelio Saavedra, para resistir a las invasiones inglesas.  Pero de todas las construcciones que forman parte de esta Manzana, seguramente, la que reviste una singular importancia institucional ha de ser este recinto en el cual estamos reunidos, la Sala de Representantes de la Ciudad de Buenos Aires. 

           

Tal vez no se sepa que fue éste el primer edificio de América Latina que fue construido especialmente para que aquí se reúnan los representantes de la gente,  para que aquí parlamenten, debatan y decidan las cuestiones públicas fue inaugurado como Legislatura de la Provincia de Buenos Aires en 1822. 

           

Ciertamente, creo que a todos nos causa emoción imaginarnos que en 1826, tal vez en el estrado que usted ocupa, señor presidente, tal vez en el escenario que está a sus espaldas, Bernardino Rivadavia juró como Presidente de las Provincias Unidas. Tal vez, en ese mismo estrado juró dos veces como gobernador de la provincia de Buenos Aires el Brigadier General don Juan Manuel de Rosas.  Tal vez en ese mismo estrado o en ese escenario juró como Presidente de la República, Bartolomé Mitre.  A partir del año ‘84 del siglo pasado este recinto se convirtió en el del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires y, en cualquiera de estas bancas, en las de aquel lado o en las de éste, se habrá sentado Domingo Faustino Sarmiento y habrá hecho vibrar a las tribunas con la pasión propia de sus discursos, en los debates de la Legislatura de la Ciudad.

           

A esta serie de hechos trascendentes venimos hoy a agregar un hecho histórico nuevo; porque estamos dando un paso fundamental en este proceso de la recuperación de la ciudad para su gente, en esto que hemos dado en llamar la Autonomía de la Ciudad de Buenos Aires.

           

En efecto, este proceso que se inicia con la Reforma Constitucional de 1994 continuó ‑creo que vale la pena aclarar que no sin desvelos, no sin contratiempos y no sin demasiadas demoras‑ en 1996, cuando finalmente el pueblo de nuestra ciudad, a través del voto popular, por primera vez en su historia; pudo elegir al Jefe de Gobierno de esta ciudad.  Prosiguió también en ese año con la reunión de la Convención Constituyente, a la que muchos de nosotros fuimos convocados para preparar, redactar y jurar, en tres meses, lo que es la primera Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

 

Y es por imperio de esa Constitución que hoy se constituyó esta Legislatura fundante del nuevo orden institucional de la ciudad.  Ha desaparecido el Concejo Deliberante, pero a partir de hoy es menester tener en cuenta que el Congreso de la Nación pierde toda competencia legislativa doméstica sobre esta ciudad. 

           

Así, los porteños que venimos de largas décadas de no decidir prácticamente nada con relación a las cosas de nuestra ciudad, estamos ingresando al nuevo tiempo de la autonomía, en el cual vamos a decidirlo prácticamente todo. 

Creo, para finalizar, que tendríamos que ser capaces de algo más: tendríamos que ser capaces de alcanzar el sueño de concebir esta Legislatura como la casa de nuestras mejores utopías.  (Aplausos).

 

 

Fuente: Actas de la Convención Constituyente Porteña – diciembre 1997 – selección de fragmentos de discursos y edición: Dra. Alicia Pierini

 

Agradecimiento a las Direcciones de Biblioteca, Hemeroteca y Prensa de la Legislatura que facilitó las fotografías de época.