PensarJusbaires
Revista digital
07.05.2014

ZAFFARONI: “LA AUTONOMÍA DE ESTA CIUDAD TIENE UNA HISTORIA PROBLEMÁTICA”

El Juez de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Raúl Zaffaroni, quien tuvo un rol protagónico en la Convención de 1996 para institucionalizar la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, calificó de “equilibrado” el sistema judicial vigente, elogió el funcionamiento del Consejo de la Magistratura local y recorrió el proceso que va desde la violenta federalización de Buenos Aires en 1880 hasta la actualidad.
El discurso completo de Zaffaroni, pronunciado el 7 de mayo de 2014 en la Feria del Libro, con motivo de la presentación de la Editorial JusBaires del Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es el siguiente:
“Queridas amigas, amigos, muy buenas tardes.
Escuchaba recién al Presidente del Consejo de la Magistratura hablar de los derechos y de nuestras instituciones. Para mí es un profundo motivo de alegría que se pueda hablar en esos términos del Derecho y las Instituciones de la Ciudad de Buenos Aires.
Agradezco al Presidente que me haya ahorrado la lectura de todo mi prontuario. Por otro lado, eso de que soy un padre, no, porque no sea que alguien venga a reclamarme alimentos …(risas).
Efectivamente, éste es un motivo de alegría porque la autonomía de esta ciudad tiene una historia problemática, que se vincula también un poco a como somos los porteños, digamos, cómo nos habían entrenado.
La Ciudad de Buenos Aires se federaliza en un proceso doloroso que motivó la última revolución sangrienta, o la penúltima, que fue el levantamiento de Carlos Tejedor en 1880. Digo sangriento porque dejó casi 4000 muertos que para la época era un número considerable. A partir de entonces, la Ciudad de Buenos Aires federalizada, vivió hasta 1994 en un constante y permanente estado de intervención federal.
Los porteños nunca conocimos en esos 114 años el federalismo, nunca tuvimos autoridades propias. Sí había un Concejo Deliberante. Por supuesto, en algunas épocas, no siempre, ese Concejo Deliberante tenía facultades limitadas. Era una creación legal pero no constitucional y la verdad es que la población de Buenos Aires llega a la autonomía sin reclamarla.
No hubo en ningún momento movimientos populares, ni reclamos por autonomía, ni por tener instituciones propias. Más aún, recuerdo que en los debates previos a la Constituyente del 94 no faltaron voces (quizás hoy estarían de otro lado, pero no importa) que decían que para qué queríamos la autonomía, que sólo nos va a servir para que paguemos impuestos y nada más. Y para que carguemos con una burocracia, etc., etc., etc.
Ese era el clima en 1994 cuando en la Constituyente de Santa Fe se establece una autonomía (a regañadientes, por otra parte). Pocas dudas me caben desde mi punto de vista que la Ciudad de Buenos Aires es una provincia, con competencias limitadas por el hecho de ser sede del Gobierno Federal. Pero esta opinión no es unánime por cierto. Ni siquiera en el tribunal que integro.
Por otra parte, tenemos que ser claros en que la norma constitucional está armada de una manera tal que deja dudas. Creo que la Reforma Constitucional del 94 tiene ese defecto de origen: diseñar instituciones que no fueron terminadas, lo cual significa transferir el poder constituyente al poder constituido.
Por supuesto que no somos la Cámara de los Comunes y en consecuencia eso nos ha traído algunas dificultades posteriores de orden institucional.
La Reforma del 94 tuvo la virtud de decir: bueno, ahora estamos todos, no hay nadie proscripto, sentémonos, hagamos la Constitución, el que tiene más votos hará tal cosa y el que tiene menos otra, pero estamos todos. Se pasó un poco en limpio nuestro accidentado Derecho Constitucional, y ésa es la innegable virtud de esa reforma pese a los defectos técnicos que puedan señalarse.
El proceso de Autonomización de la Ciudad de Buenos Aires comienza también irregularmente. Se elige primero a un Jefe de Gobierno sin Constitución sancionada. No se sabía cuáles eran las facultades del gobierno, por ejemplo. Después se convoca a la Constituyente de la ciudad a la que algunos llaman Estatuyente porque no querían que fuera Constituyente… Estatuto y Constitución es lo mismo en definitiva, los dos tienen la misma etimología, viene de Estatuario, de piedra, de algo rígido.
La Constitución, formalmente, es un instrumento, una ley cuya reforma es más rígida, más difícil que la reforma de una ley ordinaria. Pero, bueno, esa discusión etimológica, semántica, de aquel momento se mantuvo en el tiempo.
Hicimos la Constituyente del 96 pero nos habían puesto un plazo … Si no presentábamos la Constitución en ese plazo, listo, se terminaba la Constituyente. Y cumplimos el plazo. Éramos básicamente cuatro fuerzas políticas, dos un poco más grandes, dos un poco más chicas. Y fueron saliendo despachos, fuimos armando la Constitución y se cumplió. Antes de las cero horas del plazo previsto se entregó el texto.
El texto constitucional fue aprobado por unanimidad. Tarea difícil pero creativa, cuatro fuerzas políticas que en ningún momento, ninguna de ellas, bajó banderas (algunos la bajaron después pero en ese momento no). Es importante no bajar banderas porque hacerlo significa perder identidad y después no se sabe con quién se está hablando y ni siquiera se sabe quién es uno mismo.
Lo que sí se bajó fue el narcisismo, se bajó la soberbia, y al bajarse el narcisismo pudimos hacer la Constitución…Realmente fue una tarea linda, muy positiva.
Veo ahí algunos/as colegas constituyentes, Inés Pérez Suarez, Alicia Pierini. Estábamos en distintas bancadas pero trabajamos juntos y trabajamos muy bien, lo cual demuestra que las fuerzas políticas cuando deciden trabajar en serio saben hacerlo. Esa es la gran virtud de la política.
Después vino la primera Legislatura de la Ciudad. Aclaro que no soy el padre del Código Contravencional … La verdad sea dicha: habíamos hecho un proyecto del Código Contravencional y de Faltas con Adolfo Tamini. Nunca se trató ese proyecto. El proyecto que se aprobó es uno que hizo la Comisión, no se trataron las Faltas y se legislaron las Contravenciones solas. Después me lo endosaron a mí, así como me endosaron todos los insultos. Los demás se abrieron, no es la primera vez que me pasa eso, supongo que puede pasarme otra … pero no es mi Código de Faltas y Contravenciones. El proyecto mío era el proyecto que habíamos hecho con Adolfo Tamini, el que soñamos en ese momento cuando hicimos la Constitución, cuando hicimos las primeras leyes organizativas de la ciudad, la primera legislación básica.
Para nosotros era un poco el juguete del pibe tener que montar un Estado, armar su normativa, teníamos que hacer todo aunque no supiéramos cómo. Entre otras cosas creo que el proyecto más interesante que presenté fue el de Ley de Salud de la ciudad. Tendría que haber sido otro pero como todos los médicos se peleaban tuvimos que sintetizar en un proyecto lo mejor y presentarlo.
¿Qué soñábamos entonces?. Bueno, soñábamos con algo que en parte está hecho, que es lo que acaba de decir el Presidente. Soñábamos que se hablara de nuestro derecho, de nuestras instituciones, de nuestro Derecho Público de la Ciudad de Buenos Aires.
Nosotros veíamos, cuando andábamos por las Universidades nacionales que tienen sede en el interior, que se enseñaba el Derecho Público provincial. Nosotros no teníamos Derecho Público local. Ahora lo tenemos y en ese sentido me siento muy halagado por este emprendimiento: una editorial que se dedicará a fortalecer y a difundir el Derecho Público de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En otro sentido, quizás todavía lo que soñamos no se realizó. Pero en definitiva pensamos instituciones y creo que al texto constitucional lo cerramos mejor que a la reforma de la nacional. A casi 20 años de la vigencia de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires creo que no ha habido problemas de indefiniciones constitucionales. Me parece que como texto quedó un poco más armado.
En segundo término, pergeñamos un Poder Judicial que tuviese la facultad de una Corte Constitucional, que pudiese hacer caer la vigencia de una ley inconstitucional erga omnes, sin perjuicio de reconocer que una mayoría calificada de la legislatura tuviera la posibilidad de neutralizar esa decisión.
Es un sistema un tanto equilibrado. La Ciudad de Buenos Aires no permitía crear dos Tribunales, uno de Control Constitucional y otro de Casación. Pensar un Tribunal Supremo y un Tribunal de Control Constitucional hubiese sido un dispendio absurdo para lo que podía llegar a ser la justicia de la ciudad, sobre todo en la forma en que había quedado limitada por la Ley Federal de aquel momento. De modo que optamos por un sistema equilibrado de esta naturaleza.
Pensamos un Consejo de la Magistratura y veo que lo armamos mejor que el Federal y me parece que funcionó mejor que el Federal que, por ratos no funciona tan bien y por ratos dejó de funcionar casi, creándonos una serie de problemas institucionales bastante serios.
El Consejo de la ciudad siguió funcionando, bien o mal, pero funciona. Las instituciones funcionan, y mientras van funcionando se van viendo que defectos tienen y se van corrigiendo con el tiempo. En ese sentido creo que no nos equivocamos tanto.
Hubo otra idea también: pensamos una Ciudad de Buenos Aires que, como toda metrópoli, como toda ciudad grande, era necesario recrear condiciones como las que se crean espontáneamente en los ámbitos poblacionales más reducidos y que acá se pierden. Se pierden en el anonimato, y ese anonimato hace que nos desconozcamos entre nosotros, que no nos hablemos con el vecino porque no tenemos ningún motivo para hablarnos con el vecino, ni bien ni mal. A veces tenemos motivos para pelearnos, y bueno, si nos peleamos generamos una relación de conflicto que aunque sea una relación de conflicto, es una relación social.
El problema es que en la gran ciudad, en la gran metrópoli, generalmente lo que no existe son relaciones sociales. Se achica la sociedad. Si la sociedad es resultado de un proceso interactivo lo que no tenemos es interactuación. Muchas veces desconocemos al otro. Dos ejércitos que pasan uno al lado del otro y no se reconocen no son una relación bélica. La relación bélica es cuando se reconocen bien en una relación social. La gran ciudad hace que esto se destruya, que el eje del tejido social, la interacción misma, baje la necesidad de contacto con el prójimo. Esto genera, por cierto, problemas individuales. Por algo tenemos la mayor cantidad de psicólogos y Villa Freud en la ciudad, también generada por problemas sociales.
La cuestión genera el problema social de la paranoia: frente a desconocidos surge miedo, el miedo frente al otro porque no lo conozco, surge el espacio de desconocimiento que va instalando la actitud paranoica en la ciudad. Nosotros soñamos con cerrar esos espacios, pensamos en la descentralización de la Ciudad de Buenos Aires en Comunas, justamente para poder recrear en los barrios esa relación en alguna medida. Es decir que la gente en los barrios, el pueblo en los barrios, compitan por tener una autoridad que controle el hospital, que controle la escuela, que controle el servicio público, controle el alumbrado, controle la limpieza. Más bien funciones de policía administrativa que al competir se peleen, y se pongan de acuerdo. Harían coaliciones pero se conocerían. Y de esa manera intentar reconstruir un poco el tejido social o bien fortalecer el tejido social de la ciudad.
Pensamos también en una justicia que tuviese jueces vecinales o tribunales vecinales que pudieran resolver el conflicto que normalmente, desde nuestra perspectiva jurídica, es ínfimo, o es pequeño, como de poca importancia, pero para quien lo vive tiene mucha importancia. Por supuesto, quien vive el conflicto que le genera la pared que le humedece el vecino, tiene un drama, y quien vive el conflicto que le genera la botella que le tiran en el patio al vecino que vive en la planta baja, obvio que tiene un problema. Es necesario resolver esos problemas, no con un proceso civil de cinco años sino tratar de encontrar soluciones viables, soluciones prácticas y armónicas antes de que los conflictos lleguen a circunstancias más graves que, por no tener soluciones, pueden llegar a ser altamente agresivas. En tal sentido, pensamos este método. Todavía no está realizado pero, en alguna medida, los lineamientos están en la Constitución.
Creo que falta fortalecer el poder de los barrios y creo que falta una justicia que piense en el pequeño conflicto menos formalmente pero más cercana a lo cotidiano del ciudadano.
Por otra parte, ofrecer material jurídico, sea material legal, jurisprudencial o doctrinario. Se puede decir: ¿ésa es función del Poder Judicial?. Sí, es función del Poder Judicial. Tenemos en nuestro país, en nuestra patria, un alto nivel doctrinario en materia jurídica. Muchas veces nuestros doctrinarios en materia jurídica vuela a una altura que es comparable a la de los países más señeros. Es un milagro –dicen algunos-, porque si nosotros vemos las estructuras de nuestras facultades de Derecho y lo que se paga a los profesores normalmente ¿cómo es que se produce esto?. Creo que somos usufructuarios de algunas ventajas del subdesarrollo. No soy funcionalista pero tampoco creo en el mal absoluto de modo que si todo fenómeno puede tener algún elemento positivo, en este sentido el subdesarrollo tiene para nosotros efecto positivo.
Todos los que enseñamos en una u otra facultad de Derecho tenemos que vivir de otra cosa y naturalmente otra cosa tiene que ser o el ejercicio de la abogacía o el Ministerio Público, o la Justicia. Salvo alguno que tenga una fortuna autónoma por otra razón, normalmente nuestra docencia jurídica ya no se integra con oligarcas, todos tenemos que vivir de algo. Eso es muy interesante porque a veces cuando comparo la doctrina nuestra con la doctrina europea, e incluso la norteamericana, veo algunas diferencias básicas. Todos nosotros estamos en contacto con la evidencia del Derecho, del Derecho real. No teorizamos en cubículos, no nos encerramos para hacer fórmulas, tipo físicos. Creyendo que somos físicos o que podemos hacer física con fórmulas matemáticas y que después eso cambia la vida real, casi enseguida veremos que a esa fórmula somos los encargados de aplicarla y responsables de las consecuencias.
Esa circunstancia de que tengamos al mismo tiempo que hacer docencia, o hacer investigaciones, y estar en contacto con la evidencia jurídica y con la experiencia jurídica, es altamente enriquecedora.
Si tuviesemos una carrera universitaria especializada y absolutamente separada de la evidencia y de la práctica del Derecho creo que nos empobreceríamos. En este sentido no debemos llamarnos a engaño: una de las mayores fuentes de sustento de la docencia jurídica en el país son los Poderes Judiciales. Y en consecuencia creo que también los Poderes Judiciales tienen que tomar conciencia de eso y cumplir esta función de difusión de la literatura jurídica, de las leyes y de las instituciones.
Por eso quiero felicitar al Consejo de la Magistratura de la Ciudad por esta iniciativa y quiero ratificarles además mis sinceras felicitaciones, también mi alegría, por ver cómo están funcionando y cómo se puede hoy, legítimamente, hablar del Derecho y de las instituciones como nuestro Derecho de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Muchas gracias”.●